Con un experimento propio, Nicolás Orce abre al continente africano las puertas del mayor laboratorio de investigación en física de partículas
«¿Al CERN? Allí sólo va la ‘crème de la crème’, estudiantes de Oxford, Cambridge, no de Granada». Esta frase quedó grabada a fuego en la memoria de Nicolás Orce (Almuñécar, Granada, 1972), catedrático de Estructura y Astrofísica Nuclear de la Universidad del Cabo Occidental (UWC por sus siglas en inglés), durante su etapa de estudiante de la Universidad de Granada, la institución en la que empezó a prepararse para ser quién es hoy.
La UWC es una universidad pública sudafricana situada en el barrio de Bellville, en Ciudad del Cabo. Tiene una larga historia contra la opresión y la discriminación en Sudáfrica. Se creó siguiendo un decreto ‘apartheid’ para gente negra en contraposición a la Universidad de Ciudad del Cabo (para blancos hablantes de inglés) y la Universidad de Stellenbosch (para blancos hablantes de afrikáans).
A este centro llegó en 2011 para trabajar como profesor e investigador Nicolás Orce, el científico español que ha terminado por abrir las puertas del mayor laboratorio de investigación en física de partículas del mundo a todo un continente como África. Es la Organización Europea para la Investigación Nuclear, nombre oficial de las más conocidas siglas de CERN, un modelo de colaboración científica internacional y uno de los centros de investigación más importantes del mundo, que actualmente cuenta con 21 estados miembro y cuya sede está en Suiza, cerca a la frontera con Francia, entre la comuna de Saint-Genis-Pouilly -en el departamento de Ain- y la comuna de Meyrin -en el cantón de Ginebra-.
Allí ha estado diez días Orce, licenciado en Física Fundamental por la Universidad de Granada y doctor en Física Nuclear Experimental por la Universidad de Brighton (Reino Unido) en 2003, que hizo carrera científica en EE UU y Canadá y es descubridor y co-descubridor de nuevos tipos de excitaciones nucleares -en su etapa anterior en el TRIUMF de Vancouver- y coautor de una prueba de alta precisión del ‘Modelo Estándar de Física de Partículas’ en 2012, ya en su período sudafricano.
Estudio de estructuras
La investigación de Orce, concluida con éxito, incluye el estudio de estructuras agrupadas en núcleos para dilucidar el origen de la vida, la abundancia de elementos en el Universo, la existencia de excitaciones nucleares colectivas y el desarrollo de nuevos modelos nucleares. Como portavoz del primer experimento liderado por una institución africana en el CERN, el científico sexitano, según explica al diario IDEAL, ha acelerado «un isotopo muy exótico del selenio (70Se) que vive unos cuantos minutos, y medir la forma del núcleo, que es de solo unos cuantos fermis».
«Allí solo va la ‘crème de la crème’, no estudiantes de Granada», le dijo un profesor de la UGR en 1998
Este isótopo exótico, añade, «solo se produce naturalmente en explosiones de rayos X, las explosiones más comunes en nuestro Universo. Ocurren en la superficie de estrellas de neutrones que están acompañadas por una estrella masiva. También se puede producir artificialmente en laboratorios terrestres como el CERN, lo que nos ayuda a entender cómo ocurren estas explosiones nucleares y la estructura nuclear de estos núcleos exóticos.
A través de la captura de protones emitidos en la explosión se crea un cadena de reacciones donde se producen elementos nuevos. Pero, dada la fuerte atracción gravitatoria de la estrella de neutrones, nadie sabe si estos nuevos elementos se ejectan al resto del Universo, contribuyendo a la creación de elementos que vemos a nuestro alrededor».
Su explicación, compleja para los profanos en la materia, esconde detrás del lenguaje científico un matiz que es el que más orgullo despierta en Nicolás Orce. «Muchos estudiantes sudafricanos ha estado aquí, en Suiza, entrenados para formar parte de esta gran aventura, del primer experimento liderado por África en el CERN», refleja feliz por ellos.
Viaje a la Ítaca científica
Él asemeja toda esta experiencia y la de su propia carrera científica al ‘Viaje a Ítaca’ de Constantino Kavafis, poema que recuerda que lo importante es el camino, largo, y lo que se aprende mientras se recorre. O como resume una gran frase que es el lema de vida de Orce desde su etapa de estudiante en el Instituto Antigua Sexi de Almuñécar y que pergeñaron entre su amigo Elías Martín Montes y él: ««Ser el mejor no lo es todo, pero alguien tiene que serlo».
Martín, ingeniero aeronáutico que trabajó para Iberia en Madrid, es sexitano, como Orce, y actualmente realiza un máster en Física nuclear en la UWC junto a su amigo de toda la vida. También ha estado «dando el callo» en el CERN, ese lugar que en 1998 estaba vetado a unos estudiantes de la Universidad de Granada que quisieron solicitar una beca para vivir una estancia de un curso de verano. Fueron a ver al responsables de programas de intercambio de la UGR -de cuyo nombre no quiere acordarse Orce- en el Departamento de Físicas de la Universidad.
«Rellenamos los documentos pertinentes y, con gran entusiasmo, se los llevamos para que los firmara. El CERN decidiría si íbamos o no. Nos dijo con una sonrisa malévola: ‘«¿Al CERN? Allí solo va la ‘crème de la crème’, estudiantes de Oxford, Cambridge… no de Granada. Y tal cual, con una palmadita en la espalda, nos invitó al Reino de la Nada de Michael Ende», rememora «sin rencor» pero con una pícara sonrisa.
Dos décadas después pertenece a la ‘crème de la crème’ de la comunidad científica y hace experimentos en una de las instalaciones internacionales más relevantes del mundo en su materia. Aunque los amigos sexitanos de su padre aún no se crean eso de que es un eminente catedrático de universidad. Y lo hace por África y por Granada. Porque, además, el profesor Orce es el primer científico granadino que consigue completar un experimento en el mítico CERN. Alguien tenía que serlo… y hacerlo.